REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO DE AUTORIDAD



El principio de autoridad ha cambiado absolutamente. Ya no "todo vale".
Y, por supuesto, el fin no justifica los medios.
Diría con rotundidad que ya no sirven la mayoría de los modelos anteriores
que, incluso pretendiendo ser efectivos y eficaces, no hablaban demasiado
de convicciones reales y de verdadera educación.
En Suecia y otros países nórdicos con aparente “mejor calidad de vida”,
se intentaron otros modelos, irrumpiendo, como posible respuesta,
un nuevo tipo de niño/a, que puede vivir solo/a, autosuficiente, sin normas
y sin referentes claros, con ausencia de modelos positivos. El extremo
contrario. A nivel social se crítica y se ridiculiza cualquier forma de autoridad,
y se propone un modelo de felicidad basado en la libertad absoluta y carente
de cualquier reflexión sobre lo que podría o no, ser verdaderamente válido a
medio y largo plazo. Con expresiones tipo  “el rey o reina de la casa”
los y las menores pasan a ser el “centro” de cualquier actuación, restando
valor a la formación y experiencia de padres, abuelos y educadores.
Se instala un relativismo atroz en el que desaparece el concepto del bien y
del mal, en el que todo vale y todo es según se mire.
Se fomentan las satisfacciones inmediatas, y se considera
incluso que la corrección y el “no” podrían suponer traumas y frustaciones.

En realidad, en ese tipo de propuestas, el efecto ha sido el contrario del que
se esperaba, creciendo de forma preocupante la insatisfacción, la sensación
de soledad, el número de suicidios y la irrupción de todo tipo de ideologías y
agrupaciones extremas, radicales, e incluso violentas.

Aún recuerdo al alcalde de una importante ciudad española gritando
desde el balcón del ayuntamiento “Jóvenes, colocaos y sed felices”
Expresiones como esas, las pagamos todos años después,
en los centros desbordados de menores con graves dificultades personales
y de inclusión social. Puede que el mayor desafío actual a la autoridad,
no sea el que las nuevas generaciones no la respeten, sino
que tengan verdaderamente escasos motivos para ello. Pasamos a
un camino distinto en el que, la autoridad se puede conseguir, no imponer.

Para ello, las nuevas generaciones precisan referentes
cercanos, positivos y coherentes.


Cuando perciben presencia, escucha, respeto, implicación y verdadero interés, se
recupera, paso a paso, una autoridad moral mucho más positiva, natural y efectiva
que la basada en la imposición o la obediencia ciega.
Cuando no se consigue la comprensión y aceptación de las normas, generalmente
las nuevas generaciones optan por conductas y actitudes muy diferentes cuando
están delante de las personas e instituciones o cuando éstas, no están presentes.
Eso provoca dualidad y desequilibrio. Interpretan, incluso mienten, para aparentar
algo que realmente no viven.


Autoridad compartida EN GRUPO
 






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